Te buscaba, siempre te he buscado, en lo alto del cielo, pero no habitabas entre las nubes, ¡tan lejos del hombre! Una estrella, pequeña, insignifcante atalaya del cielo, me invitó a volver sobre mis píes y regresar a la tierra y buscarte en el lugar más humilde de la tierra.
Pero no escuche a la estrella, ni seguí su mensaje ¿Para qué? Temía encontrarte inferior a mí, tan necesitado como yo, y eso me daba miedo. ¿Acaso podías ser tu como yo o inferior a mí? ¿Como podías ayudarme?
Desande el camino y me puse frente al mar, oteando el horizonte y las olas, buscándote entre las rocas e intentando oír tu voz en la furia del mar. Pero allí tampoco estabas tú. La voz del mar hablo y me pidió, igual que la estrella, que me volviera a tierra firme y te buscará en el lugar más humilde de la tierra.
Pero tampoco escuche el mar. ¿Cómo podía buscarte humilde si necesitaba tu fuerza para hacerme fuerte frente a mi destino?
Cansado volví, por fin mis pasos. Tropece en mi camino. Caí exhausto, creí que las fuerzas nunca podrían abandonarme, pero me abandonaron. No encontraba fuerza que me mantuviera en píe y enfangado en el suelo me preguntaba: ¿podría caer más bajo?
Y entonces, en mi barro, te vi, una noche, entre cuatro hachones de cera. Desnudo,
humillado, sin nada. Y mirándote sonreí, mientras de alma se apoderaba una gran paz. Y entonces mirándote en la Cruz, igual que estaba yo, comprendí, Cristo del Calvario, que sólo en la Cruz el hombre se encuentra contigo.
Pero no escuche a la estrella, ni seguí su mensaje ¿Para qué? Temía encontrarte inferior a mí, tan necesitado como yo, y eso me daba miedo. ¿Acaso podías ser tu como yo o inferior a mí? ¿Como podías ayudarme?
Desande el camino y me puse frente al mar, oteando el horizonte y las olas, buscándote entre las rocas e intentando oír tu voz en la furia del mar. Pero allí tampoco estabas tú. La voz del mar hablo y me pidió, igual que la estrella, que me volviera a tierra firme y te buscará en el lugar más humilde de la tierra.
Pero tampoco escuche el mar. ¿Cómo podía buscarte humilde si necesitaba tu fuerza para hacerme fuerte frente a mi destino?
Cansado volví, por fin mis pasos. Tropece en mi camino. Caí exhausto, creí que las fuerzas nunca podrían abandonarme, pero me abandonaron. No encontraba fuerza que me mantuviera en píe y enfangado en el suelo me preguntaba: ¿podría caer más bajo?
Y entonces, en mi barro, te vi, una noche, entre cuatro hachones de cera. Desnudo,
humillado, sin nada. Y mirándote sonreí, mientras de alma se apoderaba una gran paz. Y entonces mirándote en la Cruz, igual que estaba yo, comprendí, Cristo del Calvario, que sólo en la Cruz el hombre se encuentra contigo.
Me ecnanta la meditación lo que nos acerca ay a la vez nos aleja de Él, su dolor.
ResponderEliminarUn besazo querido hermano.