martes, 1 de febrero de 2011

MEDITACIÓN ANTE EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE DE LA HINIESTA



¿Quién es ese hombre,
que yerto, sin fuerzas,
viene cada mañana
a mi hogar, temprano,
y sin palabras me llama,
grita mi nombre,
invitándome a buscarle?

¿Quién es ese hombre,
cubierto de sangre,
que me ofrece sus manos,
ya secas de vida,
para emprender mi camino,
cada mañana,
mientras me invita
a buscar su rostro?

¿Quién es ese hombre,
que, cuando el sol parte el día,
en la boveda del cielo,
llama a mi puerta,
para ofrecerme su cansancio,
como pañuelo que limpie
el sudor de la jornada?

¿Quen es ese hombre,
que, todas las tardes,
viene a traer
hasta mi mesa,
un nuevo Pan,
y un nuevo Vino,
que tiene sabor a Muerte,
y una vez bebido es Vida?

¿Quien es ese hombre,
que el horizonte herido
por la espada de la noche
ofrece para mi descanso
un madero como lecho,
una presea de espinas
como almohada,
y si duermo este sueño,
me lleva en sus brazos
y me despierte en otro Reino?

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