sábado, 20 de noviembre de 2010

Conversión


Mi vida andaba dando tumbos,
demasiada preocupada
por los intereses de este mundo,
el dolor ajeno solo era eso, dolor ajeno,
cuando el propio llamaba a mi puerta,
confiaba en mis propias fuerzas,
para alejarno de mí,
pero el dolor, siempre persistente,
volvía a llamar a mi puerta,
con más fuerza, dando voces,
mordiendo mis artículaciones,
y entonces, sólo entonces,
le abrí de par en par las puertas
de mi cuerpo, el dolor hizo en mi su morada,
en cada uno de mis huesos su hogar,
se hizo compañero de camino,
amigo de todos los días
y entre en una profunda oscuridad.
Mi vida, con dolor, no tenía sentido,
¿cómo iba a tener sentido mi vida
si el único lema que tenía
era disfruta, goza, ríe?
Entonces me encontre contigo,
levante los ojos a ti,
y te vi, morada del dolor y la muerte,
sin más disfrute que tu mirada,
siempre alzada al Padre,
ofreciendo el dolor propio
por mi propio dolor, por mi lejanía,
y mirándote me di cuenta
de lo ciego que había vivido,
de la sinrazón de mi existir
y mirándote orando al Padre:
sólo pude decir contigo:
Aquí estoy, Padre,
convierte mi cuerpo en páginas
donde el sufrir sea la letra
y mi dolor las reglones
para aproximarme a ti,
Padre de las Penas,
aléjame de mi.

viernes, 20 de agosto de 2010

miércoles, 30 de junio de 2010

ANTE EL SEÑOR DE PASIÓN



Ante ese rostro, envejecido,
derrotado, ensangrentado,
¡quien puede señor temer
las tormentas del atardecer,
o el beso, tan témido,
de la última hora,
cuando Tú nos esperes,
cuando toda esperanza sea vana,
cuando toda riqueza nada,
cuando sólo esperemos
ese seguro encuentro
con nuestra propia historia,
con tu justicia!

Y mirándote tan desvalido,
con tanta soledad en ti
¿quien puede aspirar
a humanas compañias
si solo tu presencia
puede hacerme compañia,
puede llenar mi soledad,
puede llenar de luz
esta noche de mi alma?

Sólo contigo quisiera
a partir de ahora estar,
sin buscar más compañia
que la que tu quisieras darme,
para llegada la tarde
entregada mi vida,
hasta la última gota,
como la tuya,
poder en ese instante
abrazarte y sentir,
ya para siempre
uno contigo y junto al Padre.

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
30 de junio de 2.010

miércoles, 24 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA SEMANA. HABLA EL CORAZÓN DE LA MADRE. MIERCOLES SANTO



Mi hijo está muy sólo. Los discípulos se encuentran divididos, estoy segura, que le han dejado sólo. Ha llegado la hora de repartirse el Reio, piensan, y en su corazón sólo habita la ambición, el anhelo de ser el mayor en el Reino. ¡Sí hubieran visto como entró en el mundo, la noche de Belén! No han entendido nada. Estos tres años junto a Jesús no han servido para nada. Sus corazones son demasiado humanos, todavía. Son incapaces de comprender que Jesús no ambiciona riquezas, que su Reino no es de este mundo, que es Espiritual. Un Reino donde lo importante no es tener mucho, sino amar mucho.
Miro a los ojos de los Apóstoles y los veo asustados. Tienen miedo, mucho miedo. Temen perder su vida. Conocen las noticias que corren por Jerusalén. ¡Hasta mí han llegado esas noticias, a pesar de la distancia! Temen que los Sumos sacerdotes ordenen, no sólo la detención de Jesús, sino que también ordenen sus detención y su condenan a muerte. ¡Son incapaces de beber el cáliz que mi hijo ya está bebiendo!
De todos, ahora mismo, el que más miedo me da es Judas. Judas me rehuye la mirada. Baja los ojos cuando lo miro. Los dirige a otra parte, es incapaz de quedarse a solas conmigo. Pero él encuentra cualquier pretexto para no quedarse a solas conmigo.
Judas ha sido un hombre ambicioso. Lo sé. Un hombre que ha seguido estos años a mi Hijo sólo con el anhelo de ocupar un puesto en su Reino. Creía que estar entre los elegidos de mi hijo aseguraba su presente y sobre todo su futuro. Ama demasiado el dinero.
Nunca he comprendido como Jesús ha podido aceptarle entre sus íntimos. Nunca me atreví a prenguntarselo, desde Cana, cuando me dijo: "¿Y qué nos va a a ti y a mi?", no he vuelto a preguntarle nada sobre su misión. Pero, conociendo a Jesús, estoy seguro que creía que iba a lograr que Judas abriera su corazón a su palabra. Pero, Judas no lo ha hecho, Judas esta hecho de la misma madera de Adán, Judas quería convertirse en Dios, cuestionar a Dios, y eso me da miedo.
Todos sabemos que la vida de mi Hijo tiene un precio. Y los doce se han alejado de Jesús. Judas, también, estoy segura que ya no es uno de ellos. ¿Por qué no puede ser el que le entregue? Me da miedo este pensamiento.
Judas, Judas, Judas, su nombre me sabe a hiel. Judas, ¿Por qué no me has abierto tu corazón? ¿Por qué no has querido hablar conmigo? Si al menos lo hubira hecho. Pero su corazón ha criado callos. No quiere hablar conmigo.
Le he visto alejarse de la casa de Lázaro. Ha bajado a Jerusalén. Mañana comienza la Pascua. Y hay muchas cosas que preparar. Comprar el cordero, comprar otros alimentos, alquilar una habitación para comer la Pascua y él es el encargo del dinero.
Cuando ha vuelto lo he visto más raro que nunca. Traía la mirada caída. Rehuía a todos. Un gesto me ha llamado la atención, me ha llenado de miedo. Asiaba la bolsa de los caudales con fuerza, con miedo a que alguien se la pudiera quitar.
Mirando a sus ojos, también he presentido la muerte, algo le quema por dentro, y lo único que alivia su ardor es el frío del dinero.
VICTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
25 de marzo de 2.010
Día de la Anunciación

martes, 23 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA SEMANA. HABLA EL CORAZÓN DE LA MADRE. NOCHE DE MARTES SANTO EN BETANIA



Hoy, por fin, he podido estar cerca de mi Hijo. Has sido después de la cena. En Betania, hacía calor. Y he salido a tomar un poco el fresco en el Jardín de Lázaro. La luna presidía el cielo. La luna llena, la primera de la primavera cuidaba desde el cielo la tierra en tinieblas. Jesús se ha acercado a mí, sigilosamente. ¡Siempre le ha gustado apróximarse a mí así!. En Nazareth, en las noches de verano, así lo hacía, al regreso de la Carpinteria. Yo le esperaba sentada en la calle. Y él se sentaba a mi lado.
Esta noche tmabién se ha sentado a mí lado. Me ha mirado. Le mirado. Y los dos en silencio durante un largo rato hemos mantenido la mirada. Nuestros ojos hablaban. Pero sus ojos reflejan la vejez que se ha apoderado de su alma. Sus ojos transmiten tristeza, una gran amargura. Transmiten dolor, un gran pesar.
"¿Qué tal el día, madre?" Me ha preguntado como si no pasará nada, como si hubieramos vuelto a una noche de verano y él volviera del serrín, de la biruta, de la madera. Y yo hubiera acabado de fregar los últimos cacharros y él viniera cargado con el cántaro del agua de la fuente de Nazaret. ¿Qué tal el día madre?
He intentado hablarle de lo que apena su corazón, pero Él no ha querido. Guardaba silencio. Entonces he comprendido que su corazón vive sumido en el dolor, oprimido por la angustia y la pena. Lo conozco mejor que nadie y sé que Jesús esta pasando muy mal estas horas. ¿Pero por qué no me deja compartir su dolor? ¿Por qué intenta mantenerme alejada de el en esta hora?
Y de nuevo el silencio. Un silencio cortante, hiriente. Un silencio que en la oscuridad de la noche parece más doloroso, más profundo. Los dos hemos vivido alejados fisícamente uno del otro durante estos tres últimos años. Pero los dos, a pesar de lo que muchos pudieran pensar, hemos vivido muy juntos. Él ha vendio al mundo a cumplir una misión encargada por su Padre, y yo sólo he sido la puerta por la que Él ha entrado en el mundo. Lo entendí desde el principio, Dios necesitaba un vientre para hacerse hombre, para compartir la vida de los hombres, y ese vientre era el mío. Por eso aquel mediodía de Nazaret me presente como la esclava del Señor. Si Dios me ha dado la vida y me pedía que le ofreciera mi vida ¿qué más podía hacer que ser su sierva, ser su esclava? Los esclavos nuncan preguntan a sus señores, ellos se limitan a cumplir sus órdenes, aunque no las comprendan. Entonces ¿Cómo puede una esclava preguntar a su Señor por qué?
Pero soy mujer, y soy Madre. Soy Madre y me preocupa mi hijo. Esta noche en Betania no estaba Dios y el hombe, estabamos una madre y su hijo, estabamos María y Jesús. Y por eso me he osado preguntale: ¿Ha llegado la Hora? Y Él, sin decir nada, sin pronunciar una sóla palabra, con un leve movimiento de cabeza ha asentido. Luego se ha alejado de mí. Mientras se alejaba entendí que aquel rato sólo iba a ser el último que compartieramos en soledad. Mi hijo se alejaba, se adentraba en la noche. Entonces he alzado los ojos al cielo y le he pedido al Padre, no por mí, si no por Él, Él, ahora, necesita mi oración, que yo hable al Padre por Él. Y le he pedido que no le abandone, sé que mi misión ha concluído, que esta en sus manos. Y por eso le he pedido que le mantega en pie, que este junto a Él en esta hora anunciada por los Profetas.
Cuando las sombras me han impedido ver su silueta, he comprendido que dentro de muy poco, le veré y no le reconoceré. Su rostro estará atravesado por el dolor, se podrán contar sus huesos, y eso me duele, pero sé, también, que esa es su Hora y para eso ha venido al mundo. Padre no le abandones, Tú que todo lo ves, Tú que todo lo puede permanece junto a mi Hijo, confórtale, dale ánimo, cogele en tus brazos como yo le mecí en la noche de Belén.

lunes, 22 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA SEMANA. HABLA EL CORAZÓN DE LA MADRE.LUNES SANTO




(Imagen de Nuestra Señora del Rosario del Polígono de San Pablo, realizada por el autor de este blog en la Tarde del Lunes Santo del 2.009 en las calles de Sevilla)
Hoy mi Hijo ha vuelto a Jerusalén. Pero no ha querido que yo fuera con él. Aún no había amanecido cuando ha salido de la casa de Lázaro. ¿Por qué no ha querido que fuera con él? ¿Por qué quiere mantenerme en la lejanía? Cada hora que pasa, siento su partida más cercana. Marta y María también se han dado cuenta de ello. Hemos hablado esta mañana y me han dicho que Jesús ha cambiado. Intenta mostrarse alegre, como siempre, pero sus mirada refleja una gran tristeza. Han perdido el brillo que siempre tuvieron, han perdido la vida.
Siento el peso de la soledad. Si José estuviera a mi lado ... El volvería a ser en esta hora mi cayado, mi fuerza. Pero José ya no está conmigo. En Belén, la noche de su Nacimiento, José me sostenía. En Nazareth me ayudaba a entender algunos gestos de mi hijo. Y en Jerusalén, si no hubiera sido por él ... Las fuerzas me hubieran faltado para buscarle durante tres dáis como lo busque. José siempre ha estado a mi lado. Pero ahora ...
Hoy no he visto a mi hijo. Al volver de Jerusalén, se ha retirado a un jardín, llamado Getsemaní, en el Huerto de los Olivos. Se ha retirado a orar. La oración forma parte de su vida. Sin la oración, estoy segura mi hijo no podría vivir, no sería el mismo. Mi hijo está en lucha, en lucha contra sí mismo, cara con su divinidad contra su humanidad. Por eso ora. La oración, siempre ha sido el lugar donde él se encontraba con el Padre y adoptaba las decisiones fundamentales de su vida. Y ahora, estoy segura, es uno de esos momentos. Cada vez que tiene que da un paso fudnamental en su vida, se encierra en su corazón y desde allí, junto a s Padre adopta la decisión que el Padre espera de Él. Su oración, en esos momentos, es muy larga. Recuerdo, esta noche, las noches de Nazaret, poco antes de irse de casa. Jesús pasaba las noches orando a las afueras del pueblo, en alguna ocasión paso la noche entera hablando con su Padre. Era su forma de despedirse de mí, de irse del hogar y ocuparse de las cosas de su Padre. Hoy, sin que sus doce amigos, se den cuentan, se está despidiendo de ellos, se está despidiendo del mundo y está volviendo, demasiado pronto, para mí, a la Casa del Padre.
Después de la cena, viendo Juan que Jesús no había llegado. Me ha buscado con la mirada. su mirada lo decía todo. Había llegado el momento de hablar conmigo. Hemos salido de la casa al jardín de Lázaro.
Allí, Juan me lo ha confirmado todo. Yo ya sabía lo que me quería decir. Las madres tenemos ese sexto sentido y sabemos sin que nadie nos lo diga que algo pasa a nuestros hijos. Me ha contado que esta mañana se ha enfadado con una higuera que no tenía higos. Y con una palabra la ha secado. Juan no entiende que le está pasando a Jesús. ¡Pobre! ¡Tan cerca como estaba de mi hijo y tanto tiempo y no comprende nada! Me ha pedido que hable con él. ¿Pero qué le voy a decir yo a Jesús, quien soy yo para decirle ahora nada, para apartarle de esta hora, su Hora, ahora que está más cerca que nunca del regazo del Padre? Quieren apartarle de Jerusalén, están intentando que vuelva a Galilea antes de la Pascua. Pero no lo van a conseguir. Jesús conoce a los profetas, igual que anunciaron su nacimiento en Belén, hablan de esta hora. Sus palabras estan a punto de hacerse realidad. Para esto ha venido. ¿Quien puede apartarle de su hora, de hacer realidad los sueños de su Padre?
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
22 de marzo de 2.010
Lunes de Pasión

domingo, 21 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA SEMANA. HABLA EL CORAZÓN DE LA MADRE. DOMINGO DE RAMOS




(Imagen de Nuestra Señora del Socorro, realizada por el autor de este blog en la mañana del Miercoles Santo en la Iglesia del Salvador de Sevilla).
Hoy la muerte parece lejana, parece haber perdido su batalla. Hoy aún conservo la esperanza de que la Hora de mi hijo no este tan cercana. Ha sido un día largo, muy largo. Un día que ha comenzado muy pronto. Temía la hora en la que mi Hijo decidiera acercarse a Jerusalén. Y esta mañana, muy temprano, ha anunciado a todos que hoy quería ir a la ciudad. El rostro de todos la misma inquietud. Él era el único que mantenía la calma. No me ha mirado en las horas previas al viaje a Jerusalén. ¿Temía algún reproche? Lo dudo, nunca le he reprochado nada. Aunque es mi hijo sé quien es y cúal es su misión. ¿Cómo puedo retenerte a mi lado si has venido al mundo para ocuparse de las cosas de su Padre, como me dijo un lejano día en Jerusalén?
Jesús mandó a Juan y a Pedro adelantarse con algún encargo. Me extraño que no fuera Judas, era el hombre que llevaba el dinero de mi Hijo. Al poco volvieron con un asno, Jesús se montó en él. Y su imagen me recordo ese otro viaje al principio de todo, cuando bajamos José y yo desde Nazaret a Belén. ¿Por qué vienen a mi cabeza ahora todos aquellos recuerdos? Viéndole en el burro me he acordado de José, ¿por qué no está conmigo? Muchos mañanas, como esta, él y Jesús recorrían las pueblos cercanos a Nazaret sobre un borriquillo. Cuando estaba en el borriquillo me ha mirado y ha sonreído. Yo, también, he sonreido. Viendome sonreir y sonriendo él parecía decirme: "Madre en esta hora te quiero ver así, a mi lado, dándome ánimo".
Muchos vecinos de Nazaret y muchos galileos al ver a mi Hijo sobre aquel borriquillo empezaron a hechar al camino sus mantos, alfombraban el camino, cantaban himnos de victoria, ¡creían que había llegado la hora de derrotar a los romanos y expulsarlos de Israel!. Batían palmas y ramos que cortaban por el camino. Jesús, en todo momento, se ha mostrado feliz, muy feliz, los discípulos soñaban con lo mismo, pensaban que hoy se iba a instaurar en Israel el Reino anunciado. Pero la sonrisa de Jesús estaba lleno de melancolía y ninguno de ellos se daba cuenta de su rostro. Mi hijo es como un niño, le encanta la fiesta. Viéndole sobre ese borriquillo me recordaba aquellas otras fiestas en las que él participaba, siempre era el primero en bailar, en cantar. Muchas veces cuando le preguntaba el motivo de una felicidad tan profunda él me decía: ¿Madre cómo puede estar uno triste cuando sabe que el rostro de Dios es el Amor?
Pero la muerte esta vigilante, acecha desde los muros de Jerusalén. En una vuelta del camino comenzose a ver la ciudad. Jesús mando parar al borriquillo. Miraba la ciudad con pena, con dolor. Tanto dolor sentía en aquel momento que yo le he visto llorar. Sus lágrimas ante los muros de la Ciudad han clavado la espada en mi corazón. Sus lágrimas son de dolor, el dolor de un hombre que se siente rechazado por Jerusalén, una ciudad que rechaza su mensaje. "Si al menos tú supieras quién es el que viene a ti". Tiene miedo, ¿qué puedo hacer por tí, dime algo? Miedo a que su mensaje sea mal interpretado, que cuando se vaya todo se desvanezca. En la ciudad hay muchos enemigos, muchos no han aceptado su palabra. Esa es la división anunciada por aquel hombre en el Templo, esa es la bandera de división que me dijo que mi hijo iba a levantar y por la aque muchos se iban a condenar. Mirando su rostro la espada de mi corazón me ha hecho daño pensando que su muerte va a ser violenta, ¿pero cómo van a acabar con él?
Pero sus lágrimas sólo han sido un espejismo de tristeza. Los niños, una vez más los niños, han devuelto la alegría a mi Hijo. Jesús siempre ha considerado a los niños como muy cercanos a él. Muchas veces los cogía en brazos en Galilea, en Nazaret, jugaba con ellos, se revolcaba en el suelo y reía con ellos. Yo le veía como un Niño grande, mi Niño. Ahora, ellos, han cogido palmas y ramas y gritaban con fuerzas, para que las piedras de Jerusalén se enteraran de que a ellas venía su Rey subido en un borrico. Pero, el mal siempre está presente. Alguien, un sacerdote ha amonestado a mi Hijo por esta demostración de poder. Mi hijo les ha cayado la boca, como tantas veces: "Si ellos cayasen gritarían hasta las piedras". Y ellos se han retirado. Cuando se alejaban, Jesús ha vuelto sus ojos hacía mi y con su mirada me ha dicho, como otras tantas veces: "Aun no ha llegado mi hora".
Luego ha bajado del borrico, ha entrado en el Templo y al caer la tarde hemos vuelto a Betania, en el rostro de los doce podía ver una gran decepción tanto entusiasmo se ha volatilizado. ¡Qué distinta ha sido la vuelta! El silencio lo podía todo. La muerte, estoy convencida, esta muy cercana, la siento muy próxima. ¿Será mañana?
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
21 de marzo de 2.010
Quinto Domingo de Cuaresma

sábado, 20 de marzo de 2010

LA ULTIMA SEMANA. MEMORIA DE LA MADRE. SÁBADO DE PASIÓN EN BETANIA



(Imagen realizada por el autor del Blog en la Capilla de los Marineros en la Calle Pureza en Triana, la mañana del Martes Santo del año 2.009, pertenece a su archivo personal)
Llegamos a Betania. Betania, la ciudad de Lázaro, de María, de Marta. La ciudad de los Amigos de Jesús. Betania, la ciudad que siempre nos acogía con los brazos abiertos. María vivía lejos de Betania, se había ido de la casa familiar siguiendo un sueño, desperto del sueño y volvió a casa roto por el dolor, desengañada. Alguien me dijo una vez, que María había sido una gran pecadora, pero al encontrarse con mi Hijo Jesús este le había abierto los ojos y el corazón, la había sanado. Volver a Betania y ver a María, me traía siempre a la memoria aquella historia que un día contó Jesús a sus Amigos. La historia de un hijo que había pedido la herencia a su padre, se había ido del hogar paterno y había malgastado la herencia. Vivió entre los cerdos, comiendo bellotas, igual que ellos. Pero en su interior sintio la necesidad de volver a la casa del padre. Una historia que nos oyo contar a José y a mi, en Nazaret, a la que él puso un bello final: la escena del perdón paterno. En esa escena veía a Lázaro con los brazos abiertos acogiendo a su hermana, cuando esta volvía a Betania, de la mano de mi hijo.
A pesar de todo, esperaba encotrar allí a Jesús. Pero él no estaba. Su ausencia, me tranquilizo, se había alejado de Jerusalén. Este año no acudiría a la Ciudad para la fiesta de la Pascua. Pensé. Me sorprendio encontrar la casa llena de gente, curiosos que venían a ver a Lázaro. Al llegar no entendí nada. ¿A qué venía aquella curiosidad? ¿Por qué querían ver a Lázaro? Lázaro era el mismo del año pasado, el mismo de siempre, un poco más viejo, su cabeza ya peinaba canas, pero la vida seguía latiendo en su corazón, como el año anterior, como siempre. Al verme se levanto del corro de curisos que escuchaban con atención algo que él contaba y me abrazó con fuerza. Llamó a María y a Marta que como él me abrazaron muy fuerte. Entonces no sabía nada. Al oír que era la madre de Jesús aquellos hombres me miraron con admiración, curiosidad. Aquellas miraran hicieron que algo en mi interior se turbara. Algo acontecía en aquella casa, pero yo era incapaz de saber el qué.
Marta se afanaba en prepar la casa, cocinaba, colocaba cosas, preparaba habitaciones, era la mejor afitriona. Intente ayudar. Pero no me dejo. ¿Cómo iba a consentir que una invitada echara una mano en las labores del hogar? Pero fui con ella a la cocina y allí entre los pucheros y las tianjas me lo conto todo. Jesús había estado en su casa. Lázaro había muerto y Jesús a pesar de los avisos mandados no había acudido a su casa hasta que el hermano murio. Cuando llego Lázaro, me dijo Marta, había muerto y llevaba tres días sepultado. Jesús lo había resucitado. Aquel gesto había enojado a los fariseos y a los Sumos Sacerdotes, consideraban la resurrección de Lázaro como una provocación, y habían comenzado a buscar la forma de acabar con mi hijo. Por eso el Sanedrín se había reunido ayer en Jerusalén, había que buscar una solución definitiva contra el Galileo. Y esa era la sentencia que yo oí al pasar por la Ciudad. Nicodemo, Lázaro, Marta y María enterados de todo habían rogado a Jesús que se alejara de Betania. Allí en su cocina comprendí todo. Comprendí que su hora estaba muy próxima. Comprendí que como en Caná Jesús había transformado el agua en vino, al inicio de su vida, ahora con la resurreccion de Lázaro concluía esa vida. Allí había convertido el agua en vino, aquí la muerte se convertía en vida. Y Jesús quería que yo estuviera cerca de él. Me necesitaba como en Belén o como en Caná.
Paso la mañana y Jesús seguía sin aparecer. Poco después del mediodía, le vi llegar, venía con los doce. Algo me extraño al ver acercarse a la casa de Lázaro a aquel grupo. Había un gran silencio. Aquellos hombres no hablaban, no cantaban, no hacían bromas entre ellos, como otras veces, por que mi hijo, a pesar de todo, era un gran bromista. Me parecio que mi hijo había envejecido mucho en aquellos meses, como si en lugar de pasar unos meses hubieran pasado muchos años desde la última vez que lo había visto. Demasiados años. Al verme me abrazo. Me besó. Pero no me dijo nada. ¿Por qué? Nunca podré entender sus silencios. Juan, el más joven de aquellos hombres, me abrazo con el mismo cariño que siempre. Al oído me dijo que teníamos que hablar. Venían cansados. Jesús se retiro a un lugar dentro de la hacienda de Lázaro desde donde se podía ver la Ciudad Santa, era su sintio preferido. Allí ha permanecido toda la tarde. Yo le miraba desde la casa de Lázaro. Sabía que algo afligía su corazón. Pero no me atrevía a hablar con él. Algo pasaba por su cabeza, estaba segura, luchaba contra su corazón, y era una lucha feroz. ¡Las madres siempre sabemos lo que pasa en el interior de nuestros hijos! Y aquella tarde mi hijo estaba sufriendo, ¡y mucho!. Sus ojos apesadumbrados no podían negar lo que ocurría en su corazón. ¡Y yo no podía hacer nada!
La noche ha hundido, aún más la espada en mi corazón de madre, me ha llenado de inquietud, de turbación, de amargura. Jesús ha hablado, claramente, del futuro, se va, su camino, ahora, tiene una única meta: la muerte. La muerte aparece, la veo, claramente en el horizonte de su vida. ¿Pero qué voy a hacer yo si solo se ser madre?. Lo ha dicho durante la cena. María trajo un perfume, de su etapa en Magdala, y rocio el cuerpo de mi Hijo. Algunos la riñeron, pero él les dijo: "No la riñáis, ella me acaba de uncir para la sepultura".
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
21 de marzo de 2.010

viernes, 19 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA SEMANA. HABLA EL CORAZÓN DE LA MADRE.




(Imagen obtenida por el autor de este blog en la mañana del Jueves Santo en la Basílica de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena)
Al llegar hoy a Jerusalén, he sentido algo en mi interior, algo que soy incapaz de entender y comprender. He vuelto a recordar una frase que he oído muchas veces a Jesús: "Aún no ha llegado mi hora". La frase ha martilleado, de nuevo, mi cabeza y mi corazón al contemplar la grandeza del Templo. ¿Y si esa hora ha llegado, y si esa hora fuera ahora?
En las calles de Jerusalén, por donde pasabamos, surgían los rumores, y todos hablaban de Él. Muchos nos miraban curiosos al grupo de los galileos esperando descubrir su rostro. Pero Jesús no venía con nosotros.
Las calles estaban atestadas de gente, era la fiesta de la Pascua, aquella multitud y aquellas calles, me recordaron aquella otra pascua, fue hace unos veinte años, cuando angustiadas buscaba a Jesús junto a José. Ahora también le buscaba. Pero Jesús no estaba en la ciudad. José tampoco ... Saber que mi Hijo no estaba en la ciudad y escuchando los rumores que escuchaba sobre él, aquella ausencia me tranquilizo. Tal vez, Nicodemos, conociendo los planes de los sumos sacerdotes había logrado convencer a mi hijo para que se alejara de la ciudad.
Alguien habló de Caifás y de los Sumos Sacerdotes. Alguien repetía las palabras que aquel acaba de pronunciar en el Templo de Jerusalén: "Es mejor que muera un hombre, que no todo el pueblo por un hombre". Ese hombre, del que Caifas hablaba era mi hijo. Esas palabras eran, sin duda, su sentencia de muerte. Mi hijo acababa de ser condenado a muerte. Aquellas palabras abrieron una herida en mi corazon, clavaron de nuevo la espada que este misma ciudad un anciano sacerdote profetizo. Lo único que me consolaba era que Jesús ahora no estaba en la ciudad. Pensaba, entonces, que tal vez Jesús estaba en el desierto de Judea, lejos de la ciudad y avisado por los amigos no bajaría a Jerusalén en esta Pascua. Pero una nube oscura paso por mi cabeza. Él me había pedido que viniera a la ciudad esta Pascua. ¿Por qué? El quería compartir esta Pascua conmigo. Tal vez sea la última.
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
19 de marzo de 2.010
Festividad de San José

martes, 16 de marzo de 2010

AGUAS DEL MUSEO



(Fotografía cedida por Miguel Angel Romano Garrido de la Comunidad Cofrade de Sevilla).

María, vengo cargado,
con el cántaro de mi agua,
a pesar de la algarabía
y el bullicio,
me falta el vino de la alegría.


Sin darme cuenta,
el vino de mi cántaro
derrámose una tarde,
perdióse una noche,
y ahora María, de nuevo,
repleto de Agua
te lo presento.


¡En cuántas vanadidades,
en cuántas prostestas
por mi penar,
malgaste el cántaro
de mi vino, mi alegría!


Todo era felicidad
con mi cántaro lleno,
pero caídas dolores, penares,
llenaron de agua
el cántaro de mi vida.

No te pido nuevo vino,
en cantaro viejo,
no te pñido nuego gozo,
en cantaro entristecido.

Tan sólo un milagro te pido,
que se transforme, Madre,
este agua humana
en Vino Divino.

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
17 de marzo de 2.010

lunes, 15 de marzo de 2010

AUSENCIA



Me aleje de casa,
la maleta de mi corazón
de mil cosas cargada,
y anduve mil caminos,
intentando olvidar,
que tu hogar permanecía
siempre, para mí, abierto.


Mi lejanía te dolía,
hería tu frente,
pensar n mi distancía,
a pesar que tu hogar
para mí, abierto, permanecía.


Erré en mi camino,
ensucíe mis manos
y mis pies cubrí
de la tierra de las sendas
por las que anduve,
alejándome de Tí.


Afligía tu alma
mi ausencia, mi silencio
de tal forma penabas
que hasta tu corazón
lloraba sangre.

En mi camino,
no había lugar
para tu Presencia
y tus manos y pies
se llagaron buscándome.

Caí en mi senda,
y el pesar mío,
me volvío al Hogar,
y te vi en tu atalaya,
cosido a duro lecho,
maltratado, envejecido,
esperando un abrazo,
y te pregunte: ¿por qué?
Y sin verme, me miraste,
con ojos ya sin vida,
e inclinado la cabeza
me contestaste.


VÍCTOR HERNÁNEZ MAYORAL
15 de marzo de 2.010

martes, 9 de marzo de 2010

CAMINO DEL SEPULCRO


Camino del Sepulcro,
ya sin fuerza divina,
el cuerpo inerte,
todo parece Concluído.
Camino del Sepulcro
guarda silencio la Palabra,
habla la sangre y la herida,
todo parece Concluído.
Camino del Sepulcro,
trigo molido,
buscando nuevos surcos,
todo parece concluído.
Camino del Sepulcro,
atardecer dolorido,
aurora de llanto,
todo parece concluído.
Camino del Sepulcro,
el desánimo, la fatiga
visita muchos corazones,
todo parece concluído.
Camino del Sepulcro
de la Sangre, ya seca,
brota la Primavera.
Camino del Sepulcro,
renace la esperanza,
renace la Vida,
en una rosa herida,
Camino del Sepulcro.
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
9 de marzo de 2.010

domingo, 7 de marzo de 2010

SILENCIO NAZARENO


¡Cuántas noches, como esta,
he venido a quejarme
de la Cruz que me cargas,
airadamente contra ti,
y mirándote cargar la tuya,
he vuelto mis ojos
desde tus hombros a mis hombros
y he sentido la levedad
de mi enfermedad, de mi mal!
¡Cuánta noches de insomnio
mirando el vacio del silencio
de aquellos que eran amigos,
te he mirado en tu soledad
abandonado, calumniado,
maltratado, objeto de toda burla,
y entonces he sentido,
la levedad y el peso de mi silencio!
¡Cuántas noches Señor,
mirando el peso de mi Cruz
me revele y alce la mirada a ti
y viendo el peso de la tuya,
sólo podía, como ahora decirte:
"Aquí me tienes Señor,
para hacer tu voluntad"
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
7 de marzo de 2.010
Cuarto domingo de Cuaresma

lunes, 1 de marzo de 2010

DOMINGO DE RAMOS: LA COFRADÍA DE LA PAZ EN EL PARQUE DE MARÍA LUISA

Aún, sin concluir la mañana del Domingo de Ramos, en el reloj Cofrade, comienza a hacerse realidad el Sueño Cofrade. Los pies doloridos por los zapatos recién estrenados. En el bolsillo de la americana o en el bolso, el Llamador, el Nazareno o cualquier otro programa de mano con una estampa de alguna de las imágenes visitadas en la mañana, hace esta tarde las veces de marcapáginas. Sobre el pecho, las medallas de este día, lazos de tela, anagramas, escudos que son recuerdos de las Cofradías visitadas en sus templos a lo largo de la mañana.
A primera hora de la tarde del primer día del tiempo soñado por la ciudad, el Parque de María Luisa se convierte en escenario de la Primera Estación de la Pasión de Sevilla.
Del Porvenir, en esta tarde de Palmas y Ramos, llega una corriente blanca, inmaculada. El suelo del Parque se puebla del mismo color que orna los naranjos de sus jardines, el azahar. Es el extreno primaveral más hermoso. El ároma del azahar se mezcla con el del incienso, sin duda azahar e incienso son la mejor definición arómatica de la ciudad durante la Semana Santa.
La Cruz de guía de la Hermandad de la Paz rompe la primavera, precedida por la sección montada de Clarines de la misma Hermandad, militares de uniforme, devotos hermanos de sus titulares, que anuncian al Parque y a la Ciudad que la primera Cruz de Guía llama a sus puertas, mientras puebla el aire de esta primaveral tarde, notas quie entrelazadas forman marchas, marchas que buscan la Campana, Sierpes, la Plaza, la Avenida, la Catedral, aunque saben que ellos nunca podrán entrar en el primer templo hispalense para realizar su estación de penitencia y dejaran huerfana a la Cruz de Guía en la Plaza Nueva, poco antes de entrar en la Campana.
Un niño que contempla el discurrir de la Hermandad, se suelta de la mano de su madre, se aproxima a un nazareno, pequeño, como él; le tira de la manga de su túnica y pregunta: "Nazareno, nazareno, ¿tienes estampitas?" Y el penitente ocultando su rostro en la tela del antifaz que cubre su cara, sonríe, mañana será él, el niño que pida estampitas a otros nazarenos de alguna cofradia del Lunes Santo. Y por se niño, como él lo es, saca de su túnica una, y el niño sin dar las gracias, vuelve donde están sus padres y victorioso le muestra la primera estampa de esta Nueva Semana Santa.
En este Parque sevillano, Jardín de Pilatos, dos sayones cargan al Señor de la Victoria con la Cruz, mientras Caifas contempla y aprueba la escena y el Señor alza al cielo sus ojos buscando en ese cielo sevillano el rostro del Padre: "Aquí estoy para hacer tu voluntad".
Y en el bullicio del Jardín una banda interpreta una marcha al Señor de la Victoria que marca el paso de los costaleros que dirige un capataz.
Nuevos tramos de nazarenos y más niños buscando estampitas.
Cuatro ciriales anuncian la llegada de la primera Dolorosa Sevillana, del primer Palio de esta nueva Semana Santa: Nuestra Señora de la Paz, blanca ella, blanco el palio como el resto de la hermandad.
Los costaleros mecen a la Señora al ritmo de una marcha a ella dedicada, lentamente María pisa la alfombra de cera bordada con los cirios de los penitentes, de su hermanos nazarenos. ¿Hay acaso alfombra más hermosa que esta que cada Domingo de Ramos tus hermanos tegen, desde el Barrio del Provenir, para ti Virgen y Madre de la Paz?
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
1 de marzo de 2.010

domingo, 28 de febrero de 2010

JUNTO AL SEÑOR DE MONTESIÓN EN GETSEMANÍ



Señor, en la Noche de Getsemaní,
tu corazón busca consuelo
en el regazo oscuro de las estrellas,
mientras lloras, tu llanto se une
a todas las lágrimas de la historia,
a las lágrimas de cada hombre
que en mitad de la noche, su noche,
busca respuesta a la finitud de su cuerpo.

Abre mis ojos a los hombres
que como tú se encuentran enla
soledad del Huerto de Getesemaní,
para que a pesar, de la noche,
les llenemos de la comprensión
que nace de un corazón despierto
y no adromilado al calor de las olivas.

Mirándote en el silencio dolorido
de cada hombre postrado en tierra,
desnudo y humillado,
en la más absoluta pobreza,
postrado en la cama de su enfermedad,
me pregunto, como tú: ¿Por qué?
mientras intento, compartir en esta hora,
la Amargura del Cáliz de su Angustia.
Y viendo tanto desconsuelo,
tanto dolor en el corazón del hombre,
me atrevo, en esta tu Hora,
a pedirte, Compañero del Hombre,
que enjuagues tanta lágrima,
que acompañes tanta soledad,
que transformes tanto dolor
en Esperanza y Salvación

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
28 de febrero de 2.010
Segundo Domingo de Cuaresma

lunes, 22 de febrero de 2010

ANTE EL SEÑOR DE LA SALUD. PRIMER LUNES DE CUARESMA.



Jesús de la Salud, tú conoces mi corazón,
por que tú cuidas de él
desde que nació, lo proteges y le hablas,
aunque muchas veces, rebelde, intente alejarse de ti.

Tú, Señor de la Salud, comprendes mi dolor,
lo haces tuyo, lo compartes, le das vida.
Cada lágrima mía, es una gota de tu sangre,
cada dolor un golpe de tu Flagelación,
cada burla, una espina de tu corona,
y cada clamor, tu voz que grita de nuevo:
"Tuyo soy, Padre, en tus manos estoy".

Hoy miro la Cruz donde yaces,
desde la perspectiva de una nueva Cuaresma,
de este Primer lunes de este tiempo de penitencia,
que me recuerda los últimos pasos de tu vida,
tu Camino hacía la Cruz, hacía la Resurrección.

Y te veo, Señor de la Salud,
como el amigo siempre pediente,
como el hermano o el padre,
que conoce la debilidad de mis fuerzas,
comprensivo,
pendiente de dar el calor de tu amor,
siempre dispuesto al perdón.

Y mirándote e la Cruz,
Palabra Suprema de Amor
y mirando mi corazón,
obra imperfecta del Padre,
sólo puedo pedir perdón,
perdón por mis ofensas,
perdón por alejarme de ti,
perdón por abandonar tu gracia,
perdón por no saber perdonar,
perdón por cada lágrima,
por cada palabra mal dicha,
por cada vacío que hago al amigo,
por despreocuparme de ti.

Y te pido que limpies mi heridas.
y sanes mi corazón del odio,
de la sobervia,
de la sinrazón que es vivir,
creyendose grande,
creyendose el mejor,
creyendose Tu.

Pedirte qie imprimas en él,
las llagas de tu Pasión
para que sea, en todo momento,
un Corazón como el Tuyo,
traspasado de amor.

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
22 de febrero de 2.010
Primer Lunes de Cuaresma
Vía Crucis del Consejo de Hermandades de Sevilla

sábado, 20 de febrero de 2010

ORACION AL SEÑOR DE SAN GONZALO POR LA LIBERTAD



Vengo ante ti, Señor del Soberano Poder, para pedirte que llenes mi corazón de la fuerza que me haga responder ante cualquier pregunta: "Yo soy" Y reconocer en ese yo soy mi filiación cristiana.
Vengo ante ti con la seguidad que me da tu palabra: "Yo soy". Para poner en tus manso mi ansia de eternidad, mi busqueda del Pastor que me conduzca mansamente hacía las praderas dispuestas por el Padre en su Reino. Pongo, Señor del Soberano Poder, toda mi esparanza como hombre y como discípulo tuyo.
Pero te veo con las manos atadas, acosado por las preguntas de un Caifas que ya te ha condenado a muerte y en la noche ha buscado testigos que sin ninguna prueba firmaran su sentencia. Y mirándote, Señor, pienso en todos los hombres que por la guerra, o por cualquier otra circunstancia están en prisión. Y mirandote, Señor, escucho tu palabra: "Dichosos los perseguidos" y por eso me atrevo a poner en tus manos sus vida, la vida de todos aquellos que viven en la cárcel, en cualquier carcel del mundo y por cualquier circunstancia, para que tu abras sus corazones a tu Reino. Los pongo en tus manos para que no sientan nuestro silencio, nuestro vacío hacía ellos, nuestra condena, sino que al sentirte a ti cercano, próximo, nos sientan también a nosotros próximos, cercanos y no se sientan tan sólos. Por que creo qe no hay peor condena que no sentir el cariño de alguien en la soledad de un celda. Y si esa soledad sienten, entonces su condena será mayor. Quédate Señor del Soberano Poder junto a ellos. Ilumina su paso en la prisión, y llena sobre todo su corazón de esperanza.
Te pido, Señor del Soberano Poder que los derechos de todos los hombres sean respetados, especialmente los de aquellos que en tu misma situación permanecen en la Carcel. Allí, ellos son un número, como tú en la noche del Viernes Santo no eres más que el Objeto de las Burlas y la distracción de Caifas. Haz Señor que en todas las prisiones del mundo se vea al hombre como imagen viva del Padre Dios, y no un número.
Muestranos a todos, Señor de San Gonzalo, tu rostro y llena el corazón de los prisioneros de arrepentimiento, de perdón, de salvación, para que su paso por la cárcel no sea una degradación de la persona, sino un cambio radical de su vida.
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
20 de febrero de 2.010

lunes, 15 de febrero de 2010

MAÑANA DEL DOMINGO DE RAMOS EN SEVILLA


Domingo de Ramos. Concluye el tiempo de las Vísperas y al ciudad estrena un hermoso día de primavera. El Giraldillo símbolo de la fe de Sevilla porta en sus manos una palma o una rama de Olivo, que un clérigo de la Catedral le subio esta madrugada. El Giraldillo dirige el agudo coro de bronce de las campanas de la Giralda que anuncian desde su atalaya que a las puertas del Salvador, llama con insistencia el Hijo de María bendita, subido en una humilde borriquilla. Mientras el coro de bronce de la Giralda proclama a los cuatro puntos de la ciudad un gozoso himno litúrgico:


Hosanna, hosanna,

bendito el que viene,

en nombre del Señor,

Hosanna, hosanna.


El Cabildo catedraliceo inaugura la Semana Mayor de Sevilla, con palmas salen del templo catedraliceo, ninguna imagen acompaña esta litúrgica procesión, sin duda la más importante de todas cuantas se celebran en estos días, pues es la única que se celebra en todo el orbe cristiano al mismo tiempo. Esta procesión es la primera estación de penitencia de la ciudad del Gualdaquivir.


En el Salvador hay una gran fila de gente que quiere ver en el templo los titulares de la Cofradía del Amor, y besar las divinas plantas del Nazareno de Montañes, del Nazareno de Pasión. Un grupo de niños juega en la rampa, sentado frente a ellos, un anciano sueña con otro Domingo de Ramos, cuando él jugaba en esa misma rampa, hace ya muchos años. ¿Hay memoria o recuerdo más hermoso que el de este anciano evoca esta mañana?


La Campana, Sierpes, La Plaza, la Avenida, la Plaza de la Virgen de los Reyes, son ahora un río de asfalto que espera la lluvia de cera de miles de nazarenos que inunde su curso de cera de multiples colores cuando concluya la Semana Santa.


En bolsillos de americanas descansa el Llamador, el Nazareno, o cualquier otro programa subrayado. En alguna ventana, una túnica colgada. Los días, ¡tanto tiempo esperados, tan largo tiempo anhelados comienzan a ser pasado, sin haberse iniciado todavía!


Hasta anoche itinerarios de papel, dentro de pocas horas, serán calles repletas de aromas, marchas, plegarias. En el corazón de muchos, que se convierte esta mañana de Domingo de Ramso en niño, una misma ilusión: ver la primera Cruz de Guía, ver pasar el primer nazareno que camina veloz hacía su templo, escuchar la primera marcha, o volver a estar en el mismo sitio donde hasta el año pasado compartido con un ser querido, que este año ya no estará. ¿Acaso hay memoria o recuerdo más hermoso que este de hacer presente al ausente.


VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL

15 de febrero de 2.010

sábado, 6 de febrero de 2010

ANTE EL SEÑOR DE LA SENTENCIA


A muerte te condenan,
con una sentencia injusta,
las voces de la jauría,
que sin pensar, ni oir,
a gritos, tu muerte reclaman.
No basta para mi salvación,
la amarga hora del huerto,
no basta para mi salvación,
el abandono de los amigos,
ni la soledad, ni los insultos,
ni los azotes, ni las espinas.
Para mi salvación, Señor,
sólo vale tu Sentencia,
y tu condena a Muerte.
Y sin mirar tu herido cuerpo,
sin mirar tu espalda rota
por el flagelo romano,
ni tu cara cubierta
por un velo de sangre,
sin oír la única Verdad
que ante el hombre se presenta,
a muerte te condenan.
¿Dónde estan en esta hora,
piensa cobardemente Pilatos,
las legiones celestes,
guardianes de tu Reino?
¿Dónde están en esta hora,
piensan Caifas y Antas,
ambiciosos y victiorosos,
los once y la multitud,
que entre palmas y olivos
acompaño, sin saberlo,
tu subida a esta hora,
a esta hora de muerte
y sentencia?
Y ninguno entiende,
que ese papel que lee
un esbirro romano,
es la voluntad del Padre,
que para salvarme de la muerte,
ha decidido tu Sacrificio.
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
6 de febrero de 2.010

martes, 2 de febrero de 2010

MARÍA SANTÍSIMA DE LA CANDELARIA. SEVILLA


Un mar de amargura,
irrumpe con fuerza en tu pecho,
y en el corazón, sangrante,
la espada profetizada por Simeón,
poco a poco va undiendo su filo,
va llenando tu rostro de dolor.
Desconsolada, afligida,
la espada en el alma clavada,
mira en el rostro del Hombre
surtidor de sangre y espinas,
el rostro del Niño, que aún
sobre sus brazos quería dormir
una noche del frío diciembre.
¿No era Dios aquel infante,
no es Dios este Hombre,
martirizado, torturado?
¡Triste intercambio en el Templo,
dos palomas por esta espada,
una candela por esta pena!
Y en la calle de Jerusalén,
miras a tu Hijo, exhausto,
casi rendido de fuerzas,
caminar con la Cruz
hacía el Monte Calvario.
Y piensas ¿cómo ayudarle,
como aliviar sus hombros,
como compartir su muerte,
cómo ser Madre en esta hora?
Y miras la frialdad del Templo
y el eco de una palabra
vuelve a sacudir tu mente,
a coronar de espinas tu frente,
a posar en tus hombros una Cruz:
"El filo de una espada,
romperá tu alma,
y te llenará de tristeza tu vida".
Y piensas de nuevo:
¡Triste intercambio en el Templo,
dos palomas por esta espada,
una candela por esta pena!
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
2 de febrero de 2.010
Día de Nuestra Señora de la Candelaria

lunes, 1 de febrero de 2010

SANTÍSIMO CRISTO DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA DE SEVILLA



Sobre la piedra,
entregada tus fuerzas,
ofrecidos tus vestidos,
¿No haces vida
tu Palabra,
como tu eres el Rostro
del Padre del cielo?

Sobre la piedra,
en soledad orante,
sin palabras, ni llantos,
¿No has dado vida
las Palabras del Monte
no eres el Hombre triste,
hambriento y sediento,
de las Bienaventuranzas?

Sobre la piedra
buscando, sin encontrar,
los amigos, los hombres,
que compartieron tu Pan
¿No eres Señor,
la mano que limosna da,
sin esperar una palabra
que te de las gracias,
por todo el bien que has obrado'

Sobre la piedra,
coronada tu tez de espinas,
convierta tu espalda
en mapa, plano de crueldad,
tan herida, tan lastimada,
viendo tu pesar,
viendo tu soledad,
sólo una cosa me pregunto:
Si tú eres el Amor entregado,
y siendo Amor eres tan odiado
¿Sabré, yo, Señor, responder
a tanto amor por mi entregado?

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
1 de febrero de 2.009

lunes, 25 de enero de 2010

SANTÍSIMO CRISTO DEL ESPÍRITU SANTO DE ZAMORA



Fotografía de la Página la Semana Santa de Zamora.
La Semana Santa de Zámora es la semana santa de los momentos, semana austera, semana santa seria, semana santa de silencio, silencio roto pro el paso de los penitentes, por el ruido de la matraca o por los cantos penitenciales que rompen como un lamento la noche castellana. Silencios y cantos que invintan al hombre o la mujer a penetrar en el misterio que representa las imágenes que pasan ante sus ojos. Imágenes sin grandes adornos florales, lo justo, lo preciso. Sin duda la Semana Santa de Zamora representa, mejor que ninguna otra, el viejo espíritu penitencial castellano.
Uno de esos momentos lo vive la ciudad de Zámora la noche del Viernes de Dolores con la procesión de la Cofradía del Cristo del Espíritu Santo.
El Santísimo Cristo del Espíritu Santo, es la imagen más antigua que procesiona durante los días sanots por las calles zamoranas. Se venera en la Iglesia del Espíritu Santo, de la que el Crucificado recibe su nombre.
El Hombre es representado muerto, clavado a una Cruz árborea, que nos recuerda que la Cruz es el árbol de la vida frente al Árbol de la Muerte del Jardín del Edén, de la Cruz nace la vida, como la Muerte nació del Árbol del Eden. Jesús es el Hombre Nuevo, que nos concede la Vida que nos fue arrebatada por Adan en el Paraíso con su caída.
Talla de madera de nogal, escúlpida por un autor desconocido en la segunda mitad del siglo XIV, aunque restaurada y reformada en 1.963 por Julio Román Gonzalo, las causas de esta restauración las expondré más adelante.
Jesús está sujeto a la Cruz por tres clavos, dos sujetan las manos, mietras un tercer clavo sujeta los pies del Señor superpuestos. A pesar de las líneas arcaizantes que observamos en la imagen, el autor logra conmover al fiel, logra transmitir la idea de la muerte de Jesús. Cristo está muerto, y el escultor refleja esta muerte echando el cuerpo hacía delante, mostrando una posición muy forzada en los brazos y en las piernas. El rostros del Señor, a pesar de la muerte y el martirio sufrido, refleja una gran serenidad, a pesar de tener los ojos y la boca entreabiertos. Los detalles anatómicos del cuerpo aparecen sin mucho detalle, podemos observar: el vientre abultado, y un intento de señalar las costillas en el cuerpo del Señor. El paño de pureza parte de la cintura hasta por debajo de la rodilla. De la Cruz ya he dicho que es de tipo arboréa, aunque no es la original, ocmo expondré más adelante. A lo largo del cuerpo encontramos regueros y gotas de sangre, que nos recuerdan la Pasión del Señor.
Sorprende la historia de esta imagen. En 1.962 se ejecutan unas obras de restauración en la Iglesia del Espíritu Santo, los albañiles están picando un muro. Allí, en mitad de su trabajo, encuentran emparedado una talla de Crucificado, la imagen tiene los pies serrados, al igual que el brazo izquierdo. En el mismo muro en otro hueco aperecen las partes serradas de la imagen junto a otros objetos religiosos. Nadie sabe en qué época aquella imagen fue ocultada, ni los motivos para que fuera ocultada. Pronto se decide su restauración de la que se encarga el imaginero zamorano Julio Roman Gonzalo, las autoridades eclesiásticas zamoranas deciden que se ejecuten nuevos píes y nuevo brazo, además de una nueva Cruz. Al Cristo se le pone el nombre de la Iglesia donde ha estado ocultado varios siglos. En 1.974 se organiza la Cofradía del Espíritu Santo.
La imagen desfila en la noche del Viernes de Dolores, sin duda uno de los momentos de esta ciudad y de su Semana Santa. Sobre unas sencillas andas portado por doce hermano, iluminado por dos candelabros de siete brazos cada uno, que recuerda al candelabro judio; recorre las calles de la ciudad en un ambiente, que sin duda podríamos calificar de fantasmal.
Los hermanos visten un sencillo hábito de lienzo blanco, cubriendo su cabeza con una gran capucha del mismo color, portando en sus manos un simple y sencillo hachón. Zamora se convierte esa noche en un gran claustro, el silencio se apodera de la ciudad, silencio sólo roto por el tañir de una gran campana que portan cuatro hermanos de la misma Cofradía. Toque de campana que anuncia a los vecinos la muerte de Jesús, igual que se anuncia en los pueblos y en la misma ciudad la muerte de cualquier vecino.
La procesión sube hasta el atrio de la Catedral donde se vive uno de esos momentos de la Semana de Pasión Zamorana. Los hermanos arropan a su titular, la campana portada por los cuatro hermanos guarda silencio. Una campana de la Catedral comienza a doblar. El coro de la Hermandad entona el himno Chritus Factum est. Sin duda un momento inolvidable.
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
25 de enero de 2.010
Festividad de la Conversión de San Pablo.