jueves, 23 de junio de 2011

MEDITACIONES ANTE EL SEÑOR DEL CALVARIO I





Te buscaba, siempre te he buscado, en lo alto del cielo, pero no habitabas entre las nubes, ¡tan lejos del hombre! Una estrella, pequeña, insignifcante atalaya del cielo, me invitó a volver sobre mis píes y regresar a la tierra y buscarte en el lugar más humilde de la tierra.

Pero no escuche a la estrella, ni seguí su mensaje ¿Para qué? Temía encontrarte inferior a mí, tan necesitado como yo, y eso me daba miedo. ¿Acaso podías ser tu como yo o inferior a mí? ¿Como podías ayudarme?

Desande el camino y me puse frente al mar, oteando el horizonte y las olas, buscándote entre las rocas e intentando oír tu voz en la furia del mar. Pero allí tampoco estabas tú. La voz del mar hablo y me pidió, igual que la estrella, que me volviera a tierra firme y te buscará en el lugar más humilde de la tierra.

Pero tampoco escuche el mar. ¿Cómo podía buscarte humilde si necesitaba tu fuerza para hacerme fuerte frente a mi destino?

Cansado volví, por fin mis pasos. Tropece en mi camino. Caí exhausto, creí que las fuerzas nunca podrían abandonarme, pero me abandonaron. No encontraba fuerza que me mantuviera en píe y enfangado en el suelo me preguntaba: ¿podría caer más bajo?

Y entonces, en mi barro, te vi, una noche, entre cuatro hachones de cera. Desnudo,
humillado, sin nada. Y mirándote sonreí, mientras de alma se apoderaba una gran paz. Y entonces mirándote en la Cruz, igual que estaba yo, comprendí, Cristo del Calvario, que sólo en la Cruz el hombre se encuentra contigo.

1 comentario:

  1. Me ecnanta la meditación lo que nos acerca ay a la vez nos aleja de Él, su dolor.
    Un besazo querido hermano.

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