sábado, 20 de febrero de 2010

ORACION AL SEÑOR DE SAN GONZALO POR LA LIBERTAD



Vengo ante ti, Señor del Soberano Poder, para pedirte que llenes mi corazón de la fuerza que me haga responder ante cualquier pregunta: "Yo soy" Y reconocer en ese yo soy mi filiación cristiana.
Vengo ante ti con la seguidad que me da tu palabra: "Yo soy". Para poner en tus manso mi ansia de eternidad, mi busqueda del Pastor que me conduzca mansamente hacía las praderas dispuestas por el Padre en su Reino. Pongo, Señor del Soberano Poder, toda mi esparanza como hombre y como discípulo tuyo.
Pero te veo con las manos atadas, acosado por las preguntas de un Caifas que ya te ha condenado a muerte y en la noche ha buscado testigos que sin ninguna prueba firmaran su sentencia. Y mirándote, Señor, pienso en todos los hombres que por la guerra, o por cualquier otra circunstancia están en prisión. Y mirandote, Señor, escucho tu palabra: "Dichosos los perseguidos" y por eso me atrevo a poner en tus manos sus vida, la vida de todos aquellos que viven en la cárcel, en cualquier carcel del mundo y por cualquier circunstancia, para que tu abras sus corazones a tu Reino. Los pongo en tus manos para que no sientan nuestro silencio, nuestro vacío hacía ellos, nuestra condena, sino que al sentirte a ti cercano, próximo, nos sientan también a nosotros próximos, cercanos y no se sientan tan sólos. Por que creo qe no hay peor condena que no sentir el cariño de alguien en la soledad de un celda. Y si esa soledad sienten, entonces su condena será mayor. Quédate Señor del Soberano Poder junto a ellos. Ilumina su paso en la prisión, y llena sobre todo su corazón de esperanza.
Te pido, Señor del Soberano Poder que los derechos de todos los hombres sean respetados, especialmente los de aquellos que en tu misma situación permanecen en la Carcel. Allí, ellos son un número, como tú en la noche del Viernes Santo no eres más que el Objeto de las Burlas y la distracción de Caifas. Haz Señor que en todas las prisiones del mundo se vea al hombre como imagen viva del Padre Dios, y no un número.
Muestranos a todos, Señor de San Gonzalo, tu rostro y llena el corazón de los prisioneros de arrepentimiento, de perdón, de salvación, para que su paso por la cárcel no sea una degradación de la persona, sino un cambio radical de su vida.
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
20 de febrero de 2.010

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