martes, 2 de febrero de 2010

MARÍA SANTÍSIMA DE LA CANDELARIA. SEVILLA


Un mar de amargura,
irrumpe con fuerza en tu pecho,
y en el corazón, sangrante,
la espada profetizada por Simeón,
poco a poco va undiendo su filo,
va llenando tu rostro de dolor.
Desconsolada, afligida,
la espada en el alma clavada,
mira en el rostro del Hombre
surtidor de sangre y espinas,
el rostro del Niño, que aún
sobre sus brazos quería dormir
una noche del frío diciembre.
¿No era Dios aquel infante,
no es Dios este Hombre,
martirizado, torturado?
¡Triste intercambio en el Templo,
dos palomas por esta espada,
una candela por esta pena!
Y en la calle de Jerusalén,
miras a tu Hijo, exhausto,
casi rendido de fuerzas,
caminar con la Cruz
hacía el Monte Calvario.
Y piensas ¿cómo ayudarle,
como aliviar sus hombros,
como compartir su muerte,
cómo ser Madre en esta hora?
Y miras la frialdad del Templo
y el eco de una palabra
vuelve a sacudir tu mente,
a coronar de espinas tu frente,
a posar en tus hombros una Cruz:
"El filo de una espada,
romperá tu alma,
y te llenará de tristeza tu vida".
Y piensas de nuevo:
¡Triste intercambio en el Templo,
dos palomas por esta espada,
una candela por esta pena!
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
2 de febrero de 2.010
Día de Nuestra Señora de la Candelaria

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