jueves, 27 de octubre de 2011

ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA PAZ




María, Reina de la Paz,
Haz que nos pongamos en camino
respondiendo a la invitación de tu Hijo
anunciando su Reino de Paz.
Que anunciemos este Reino,
huyendo de la tentación
de hacerlo con el poder o la guerra,
con la fuerza, con la violencia
y sí, lo hagamos, con la entrega
de nosotros mismos,
con el amor llevado hasta el extremo,
con la fuerza de la Cruz de tu Hijo.

Ayúdame, Madre, a estar siempre dispuesto,
no al triunfo fácil, a la glorias de este mundo,
y sí a la pasión y al martirio,
perdiendo, si es preciso, la vida,
por el bien, el amor y la paz.

María, Virgen de la Paz,
interce ante el Padre Dios, para que
conceda al mundo el don de la Paz,
que nos haga instrumentos de su paz
en un mundo desangrado por las divisiones,
el odio y el egoismo.

María, Madre de la Paz,
haz que el encuentro de Asís,
propiciado por el Santo Padre Benedicto XVI
favorezca el diaologo entre las diferentes religiones
y surja de él un rayo de luz
que ilumine la mente y el corazón de los hombres,
para que el rencor deje lugar al perdón,
la división, a la reconciliación,
el odio, al amor
la violencia a la masedumbre
y reine así en el mundo la Paz.

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
27 de octubre de 2.011.
Joranda de Oración por la Paz

domingo, 9 de octubre de 2011

ANTE EL CRISTO DEL CALVARIO


En medio de la noche,
madrugada de primavera,
apareces en mi vida,
para recordarme,
¡cómo si lo hubiera olvidado!
Mirándote en la Cruz,
que eres la única esperanza,
que puede dar sentido,
y llenar de plenitud
cada incierto día de mi vida.

Un eco, lejano,
de metal, madera y aire,
intenta penetra, sin lograrlo,
en la serenidad de tu Muerte,
¡Muerte que es vida,
muerte que es gozo
para el lama que te ama!
Penetrar, donde sólo hablan,
las heridas de tus píes y manos,
¿Acaso alguien podrá decir
nunca mejores palabras?

Cuatro hachones de cera,
pregoneros del Cirio,
que descansa esperando,
ya desde esta hora,
el alegre amanecer de la Pascua;
iluminan tu cuerpo yerto,
que ya ha dado vida,
a las flores que le acompañan,
en esta hora de muerte,
soledad y Vida.

¿Acaso necesitas más,
Cristo del Calvario,
para pregonar a los cuatro vientos,
en esta madrugada de abril,
que aunque muerto en la Cruz,
ya empiezas a vivir?


VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL

10 de octubre de 2.011

jueves, 30 de junio de 2011

MEDITACIONES ANTE EL SEÑOR DEL CALVARIO II



Así me gusta, verte, Cristo del Calvario, con las brazos abiertos, esperando incansablemente, mi abrazo.
Saber que teras el afán de cada día, al mirarte, encuentro en tu rostro, la paz necesaria para mi descanso.
Besar la medalla de nuestra Hermandad, y sentir la paz y el Amor que tu Cruz me ofrece. Y oír, como dices al Padre: “Perdónale, porque no sabe lo que hace”. Y poner en tu costado mi cabeza, para escuchar, sin vida, tu Corazón, que se resiste a dejar de amarme, a pesar de mis olvidos, mis caídas, y mis imperfecciones, tu estas dispuesto a seguir amándome, Cristo del Calvario.
Y mirándote, cada noche, repasar mi día en el libro abierto de tus heridas, preguntándome si no es egoísmo este quejarme mío frente a las contradicciones, a los problemas que van surgiendo cada día, viendo ante mí, a Dios Todopoderos y muerto en la Cruz, donde yaces, Cristo del Calvario.
Y si el sueño, no me vence, y puedo continuar leyendo en tus renglones de sangre, escuchar tu voz que me pregunta: si verdad te amo, si estaría dispuesto a gastar mi vida, como tu gastas la tuya por la mía.Y avergonzado, bajo la cabeza y te prometo contestarte al siguiente día, por que en este ya estoy muy cansado. Pero ese noche, en lugar de abrir tu Libro, beso la medalla de la Hermandad y me duermo. Y dormido me hablas y me preguntas, como a Pedro, ¿me amas? Y esperando mi respuesta, esperas mi llegada con tus brazos abiertos en un abrazo infinito que aguarda mi cuerpo para abrazarme, Crsito del Calvario.

jueves, 23 de junio de 2011

MEDITACIONES ANTE EL SEÑOR DEL CALVARIO I





Te buscaba, siempre te he buscado, en lo alto del cielo, pero no habitabas entre las nubes, ¡tan lejos del hombre! Una estrella, pequeña, insignifcante atalaya del cielo, me invitó a volver sobre mis píes y regresar a la tierra y buscarte en el lugar más humilde de la tierra.

Pero no escuche a la estrella, ni seguí su mensaje ¿Para qué? Temía encontrarte inferior a mí, tan necesitado como yo, y eso me daba miedo. ¿Acaso podías ser tu como yo o inferior a mí? ¿Como podías ayudarme?

Desande el camino y me puse frente al mar, oteando el horizonte y las olas, buscándote entre las rocas e intentando oír tu voz en la furia del mar. Pero allí tampoco estabas tú. La voz del mar hablo y me pidió, igual que la estrella, que me volviera a tierra firme y te buscará en el lugar más humilde de la tierra.

Pero tampoco escuche el mar. ¿Cómo podía buscarte humilde si necesitaba tu fuerza para hacerme fuerte frente a mi destino?

Cansado volví, por fin mis pasos. Tropece en mi camino. Caí exhausto, creí que las fuerzas nunca podrían abandonarme, pero me abandonaron. No encontraba fuerza que me mantuviera en píe y enfangado en el suelo me preguntaba: ¿podría caer más bajo?

Y entonces, en mi barro, te vi, una noche, entre cuatro hachones de cera. Desnudo,
humillado, sin nada. Y mirándote sonreí, mientras de alma se apoderaba una gran paz. Y entonces mirándote en la Cruz, igual que estaba yo, comprendí, Cristo del Calvario, que sólo en la Cruz el hombre se encuentra contigo.

miércoles, 15 de junio de 2011

¿A quién buscáis?



“¿A quien buscáis?” la voz tan a floresta
sonaba, con tan manso y firme acento
que antorchas y linternas en un momento
fijas quedron y su lumbre enhista.

“A Jesús Nazareno”, alguien contesta.
“Yo soy”. Y se derrumba ante el violento
soplo del declarado advenimiento
la carne pusilánime y mampuesta.

“Yo soy”. El ser es. Se nombra el Nombre.
El Padre y el Espíritu consisten.
Todo es presencia, luz, ontofanía.

Oh Eternidad con Tiempo, Dios con Hombre.
Oh voz, a quien abismos no resiten.
Oh más allá del eco lejanía.

GERARDO DIEGO

ANTE EL CRISTO DEL CALVARIO DE SEVILLA





Señor, mirándote en la Cruz, sin túnica, ni bolsa para el camino, teniendo como única posesión los clavos que te unen al madero y mirando mi cartera llena de sueños que me hacen anhelar cada día el dinero que no tengo, me preguntas, si de verdad el dinero es la fuente de mi felicidad o si, por el contrario el no tener nada hace al hombre, y me hace verdaderamente feliz como tú me enseñas en las Bienaventuranza s.

Señor, a diario, en los medios de comuncación nos dan noticias de tragedias en todas las partes del mundo, personas que pierden, injustamente la vida, que sufren el drama de la Guerra, o una desgracia natural y nos hemos acostumbrado ante tanto dolor ajeno, ¿Cómo mirar tu dolor transfigurado en el dolor de cada hombre que sufre sobre la faz de la tierra, cuando yo no sufro, cuando a mi no me afecta su dolor? Y mirándote en el Calvario me das las respuesta con tu pregunta: ¿Acaso no estoy yerto en este madero por tu dolor, por tus males, por tus pecados? Y me recuerdas que sólo puedo ser feliz si asumo como propio el dolor ajeno, Cristo del Calvario.

Señor, si el dolor invade la tierra, la injusticia, eterna compañera del dolor, acompaña la vida de muchos hombres y mujeres en todo el mundo. Y quizá aburguesado en mi butaca contemplo la televisión y protesto por imágenes de niños hambrientos, de soldados heridos, de hombres tirados en la calle, sin dinero, ni casa. ¿No son ellos imagen viva tuya, Cristo del Calvario? Y no me preguntas mientras los miro: ¿Si me vieras así en la calle pasarías de mí como pasas de ellos? Por que ellos tienen, hoy, mi hambre y mi sed.

Señor creo que tengo derecho a todo. Que soy el ombligo del mundo. Que soy más importante que el hombre que me acompaña en mi camino. Pero tú me preguntas y me interrogas ¿no esta hecho ese de la misma materia que tú? Y entonces te miro y veo tu carne, igual que la mía, pero la tuya rota y la mia entera y me pregunto ¿De verdad, Cristo del Calvario soy tan importante como me creo?


Víctor Hernández Mayoral

15 de Junio de 2.011

lunes, 6 de junio de 2011

ANTE EL CRISTO DEL CALVARIO



Para Pepe y familia por abrirme las puertas del Calvario. Gracias, muchas gracias por las vivencias que he tenido este año. Gracias por ser mis padrinos en esta Hermandad, gracias por acompañarme el Sábado en el traslado como me acompañastéis y el domingo en la Jura de Reglas. Gracias. Espero que os guste.






En noches, como esta,
en la que las dudas
asaltan mi corazón,
vuelvo mis ojos,
buscando tu rostro,
intentando escuchar tu voz,
y sólo el silencio de tu muerte
me responde y me interroga
desde la soledad del Calvario.

En noches, com esta,
en que la fiebre del dolor
se apodera de mi alma
busco consuelo en tu mirada
y tu imagen yerta
me responde con palabras
que sólo entiendo
desde el silencio del Calvario

Y mirándote Cristo
Muerto Sevillano,
encuentro una puerta
para tanta angustia
como invade mi alma,
un poco de calma
para tanta violencia
y rencor como hábita en mi,
entonces, sólo entonces,
desciendo del Calvario
y puedo sonreír
por que sé que
desde la Cruz,
me esperas y me amas
por que te importo.

jueves, 17 de marzo de 2011

IMAGENES DE LA PASIÓN DE LA CIUDAD DE SEVILLA: SANTÍSMO CRISTO DE LA VERA CRUZ

DETALLES DE LA SEMANA SANTA SEVILLANA: LA CRUZ DE GUÍA DE LA COFRADÍA DE LA VERA CRUZ





La Cruz siempre presente. La Cruz siempre acompaña. La Cruz no abandona . La Cruz siempre actual. La Cruz siempre esperando.

La Cruz, "locura para unos", "toma tu Cruz", palabras que cada Lunes Santo resuenan en el corazón de Sevilla. Palabras pronunciadas hace casi dos mil años. Palabras pronunciadas junto al Lago de Galilea por un Hombre que sabía que subía a Jerusalén para tomar una Cruz y subir al Padre. La Cruz camino al Padre, la Cruz camino de reconciliación. La Cruz, siempre la Cruz.

La Cruz, "escándalo para otros". Aquel que subió a la Cruz para reconciliar al hombre con Dios, muere en medio de las burlas y el escándalo de los suyos: "A otros salvo, sálvese a sí mismo". "¿No eres Hijo de Dios? ¡Pues baja de la Cruz y creeremos en Tí". La Cruz motivo de burla, la Cruz convertida en un reto. La Cruz, siempre la Cruz.

La Cruz camino difícil para aquel que se atreve a cargar en su vida este instrumento de tortura, transfigurado desde la tarde del Viernes Santo y cada Lunes Santo en Sevilla en instrumento de Salvación para los creyentes y de condena para los que no creen. La Cruz, siempre la Cruz.
Y la Cruz de Guía en la tarde del Lunes Santo sevillano, mudo eco de la Palabra, sin más música que el silencio de la misma Palabra escúlpida en la madera: "Toma tu Cruz y sígueme". La Cruz, siempre, la Cruz.

La Cruz, la verdadera Cruz, no da privilegios. La Cruz, la verdadera Cruz, no concede honores. La Cruz, la verdadera Cruz, no es motivo de aplauso. La Cruz, siempre, la Cruz.

Quien acepta la Cruz no busca honores. Quien tomo la verdadera Cruz, no busca privilegios. Quien acepta la Cruz no quiere reconocimientos. Quien carga la verdadera Cruz no convierte su gesto en un acto de valor, quien carga la verdadera cruz no lo hace para que lo vean los demás, no quiere bandas que vayan alrededor de él, ni necesita palmeros que le jalen en su camino, ni cantan sus grandezas llevando la Cruz, no necesita más que el silencio donde poder hablar con Aquel que llevo primero la suya. La Cruz, siempre, la Cruz.

La Cruz, siempre presente, siempre actual y siempre negada y malinterpretada. Quien lleva la Cruz, la verdadera, no puede vanagloriarse de ella. ¿Acaso Aquel que desde la Capilla del Dulce Nombre recorre las Calles sevillanas cada Lunes Santo se vanaglorio de ella?

La Cruz, la verdadera cruz, se lleva en el interior del corazón del hombre, se habla con ella, y con las obras se habla de ella.

¡Qué fácil, Señor, besar la reliquia de tu Vera Cruz, en las calles de Sevilla, esa noche de Lunes Santo y luego con la misma boca negarte ante los hombres! La Cruz, la verdadera Cruz, es olvidarse de uno mismo y volcarse más en los demás, en Dios.

¿Acaso en nuestras cruces de oro, plata, madera, diamantes, ¡tan hermosas! ¡tan caras!estaría dispuesto a morir Jesús?

miércoles, 16 de marzo de 2011

LA MANO


La mano del Padre que hizo el mundo en seis días, cansada de crear, busca en la tierra descanso. La mano que volvía vida, en San Andrés, es, ahora, un surtidor de esperanza para aquellos que viven en la desesperanza. La mano que convirtió el agua en vino, riega de sangre la tierra sedienta. La mano encayecida de hacer el bien, es surtidor de vida en las Calles de Sevilla, cada Lunes Santo.
La mano que buscaban los ciegos para recobrar la visión perdida, la mano que buscaban los mudos para recobrar el habla, los muertos para vivir, ahora, ella yerta, lanza, en silencio, despacio, muy despacio, semillas de trigo que son promesas de Vida Eterna.
La mano que dibujaba el rostro del hombre, ahora dibuja con su sangre un nuevo reino en la tarde del Lunes Santo Sevillano. Fruto de esa mano, de ese surtidor de sangre es una rosa que es mudo testigo de una Resurrección, ya presentida en la tarde oscura de la sabana que cubre la muerte de Dios.

IMAGENES DE LA PASIÓN DE LA CIUDAD DE SEVILLA: SANTÍSMO CRISTO DE LA CARIDAD


martes, 15 de marzo de 2011

IMAGENES DE LA PASIÓN DE LA CIUDAD DE SEVILLA: NUESTRO PADRE JESÚS DE LA REDENCIÓN





¿Qujen no ha sentido la frialdad de la noche en el beso de un amigo, que ya no es amigo? ¿Quien no ha sentido en el rostro ese gélido viento del que te va a fallar y te ofrece en la cara una sonrisa? ¿Quien no ha visto en la noche, entre olivos, acercarse al amigo guiando a los soldados que te van a prender? ¿Quién no se ha sentido traicionado por un amigo? Y Santiago, en la ciudad de Sevilla, entre el aroma de los Olivos Cristo es traicionado cada Lunes Santo. ¿Alguien podrá decir que no ha sentido esa traición en su vida?

LA VENIA



Al llegar a la Plaza del Duque sintió que las piernas le fallaban. Era Domingo de Ramos. Volvía a sentir en su estomago aquellas mariposas en su estomago, que le acompañaron no hace muchos años, cuando, realizó su primera estación de penitencia . Aquella tarde de marzo, aquel Domingo de Ramos, fue la primera vez en la historia de su Cofradía, para ella; y para otras muchas mujeres que pudieron vestirse de nazarenas, por primera vez en la historia.
El tiempo transcurrido entre la llamada de la Hermadad y esta hora, había transcurrido igual deprisa que aquella cuaresma, esperando la hora de salir y bajar la rampa del Salvador vestida de Nazarena. Y estos días, como en aquellos, los nervios le impidieron dormir muchas noches. Las pesadillas, ahora, no eran igual que entonces. Pero en las dos tardes, la niña, ahora casí adolescente, iba a realizar un sueño.
Aquel domingo de Ramos, al abrirse las puertas del Salvador, y este, al pisar la Plaza del Duque sintió una zarpa en su pecho, las piernas le fallaban. Allí abría una página en la historia de su Cofradía, aquí tenía el honor y la responsabilidad de ser la primera mujer en pedir la Venía en la Campana en la Semana Santa Sevillana.
A punto de revirar hacía la Campana, el cielo ázul, que tantas veces había pedido esa cuaresma a la Borriquita iluminaba esta tarde de abril. La Plaza del Duque estaba a punto de ser abandonada y a su cabeza volvió el recuerdo de otra tarde plomiza de invierno ,cuando volvía a su casa, tras las clases de inglés de aquel día. Sus padres la miraban sonrientes, ella no entendía el porqué de aquella sonrisa. Nada extraordinario había pasado en us vida para aquella felicidad paterna. En el salón, mudo testigo de la vida familiar, un gran cuadro del Santísimo Cristo del Amor. Su madre, al verla entrar en la casa, se levantó del sofá y la estrecho fuertemente entre sus brazos. El padre fue el encargado de comunicar la noticia, otro día, víspera, como aquel, de un domingo de Ramos, él había vivido una escena parecida. El mismo calor de un abrazo materno y la misma alegría en el hogar familiar. "Hija has sido elegida para pedir la Venía en la Campana". Un "Toma" se escapó de sus labios, un toma que desmostraba su alegría, su felicidad por ser elegida aquel año, para un acto tan importante para la Hermandad y para la ciudad de Sevilla.
Ya se veía la esquina de la Campana. "Mira esa es la niña que va a pedir la venía este año". Oía decir. Los flasesh de las cámaras se disparaban a su paso, era el centro de muchas miradas aquella tarde del Domingo de Ramos. Iba a pedir la Venía para la Hermandad de la Borriquita una mujer y eso había sido destacado en toda la prensa cofradiera de la ciudad.
La Banda marcaba el paso de la Cruz de Guía. ¡Ningún Domingo de Ramos el trayecto entre la Iglesia del Salvador y la Campana se le había hecho tan largo, como este año!. Antes de abandonar la plaza y ver la inmensidad de la Campana, penso ¿cómo podía ser tan grande un espacio tan pequeño? Y entendio, entonces, que aquellos nervios no eran por la Venía. Aquel momento marcaba el fin de un etapa de su vida, el paso de la niñez a la madurez. Ya que a partir de este año no podría volver a vestir su túnica blanca y cubrir su rostro con un antifaz del mismo color con una cruz de santiago roja en medio de él.
Comprendio que, a partir de esa tarde, sus pasos ya no serían vigilados por el Señor de la Borriquita, sus pasos, a partir del próximo año, serían vigilados desde los alto de la Cruz por un Hombre muerto que era todo Amor.
Y sintio nostalgía, mientras avanzaba hacía el Palquillo de la Campana. Pero no era el momento de mostrar sus sentimientos, tenía una responsabilidad y debía llevarla a cabo. Todos los niños de la Cofradía soñaron en algún momentos ocupar el lugar que ahora ella ocupa, y aquello la dio fuerzas.
Se acercó al Palquillo, la bando cayó, un silencio profundo se hizo en la Campana, roto, como siempre y en todo el itinerario por el ruido modesto de las cámaras fotográficas, que impedian en algunos momentos la intimidad del encuentro entre una imagen y sus fieles.
"A Dios por el amor. La primitiva Archicofradía Pontificia y Real Hermandad de Nazarenos de la Sagrada Entrada en Jerusalén, Santísimo Cristo del Amor, Nuestra Señora del Socorro y Santiago Apóstol pide la venía al Consejo de Cofradías para realizar su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral".
Cuando acabo de hablar un nuevo aplauso lleno la Campana, un aplauso que la devolvió a la realidad, de una despedida, su despedida de ser Nazarena del Señor de la Borriquita, para ser Nazarena del Cristo del Amor.

miércoles, 23 de febrero de 2011

El último Besapies



Pensó en ir al Postigo, como todos los años, pero en el Postigo estaba demasiado viva su presencia. Era la primera Madrugá que estaba sólo en las calles de su ciudad. A lo largo del año había acudido, en pcoas ocasiones, a la Plaza de San Lorenzo, pero nunca se había atrevido a entrar en la Basílica. El rostro del Señor estaba demasiado vivo en su corazón. En sus hombros, esta noche, en esta primera Madrugá, podía sentir su temblorosa mano, y se volvía la cabeza podía ver, en medio de la bulla de la calle sevillana, aquellos pequellos y arrugados ojos, como todos los años emocionados. ¡Pero sólo era un ilusión, su ilusión!

Durante las jornadas precedentes de esa Semana Santa había recorrido templos y capillas, visitando imágenes en sus pasos y por las tardes había acudido a salidas, revirás, momentos cofrades. Pero esa noche, la noche de la Madrugá no tenía fuerzas para abandonar la comodidad de su hogar. Sabía que cualquier esquina, en medio de cualquier bulla, alzaría los ojos y se encontraría con la mirada de Dios y junto a esos ojos, el rostro, ¡ahora tan añorado!

La Madrugá del año pasado, tampoco acudió al Postigo. Fue su última Madrugá y aunque no pertenecía oficialmente a la Hermandad, todas las noches del Viernes Santo acudía a su cita. ¡No le importaba no ver al Silencio, por que él tenía cita con otro Nazareno, con Dios! Y aquella Madrugá, la última de su vida, ya sin vida en los ojos, pudo acudir, por última vez a su cita, no en el Postigo, pero si en el balcón de una familia amiga. Pasaba la Cofradía, Cruz de Guía, insignias de Cofradía, cirios encendidos, todo en el más absoluto silencio. Sentado en una butaca en el salón de aquella familia, siguió el curso de la Cofradía. La calle se pobló de penitentes negros. Los ciriales anunciaron la llegada del Señor, recobró las pocas fuerzas que le quedaban. Apoyado en su hombro, salió al balcón en el momento que el Señor cargando con su Cruz, avanzaba, señorial, hacía el Calvario. Miraba aquel rostro coronado por una sierpe de espinas, acatando siempre la voluntad del Padre.

El silencio de la noche ser rompió por el ronco sonido del llamador y el Señor arribo frente al balcón donde le esperaba su cofrade, su cofrade sin carnet, sin papeleta de sitio. El hombre miraba el sufriente rostro, y en el silencio de la noche susurro. "Aquí estoy Señor".

Sonaron tres golpes de llamador y en silencio el Nazareno fue alzado, reanudó su camino, en la madrugá sevillana. Se perdió en la noche buscando la Giralda y antes del abandonar la Calle donde le esperaba su Cofrade, el anciano susurró: "Hasta pronto, hasta muy pronto".

Aquella tarde fue ingresado por urgencias. Los médicos afirmaron que ya no se podía hacer nada por él, que sólo había que esperar la hora en la que llegará el fatal deslance. El Gran Poder lo esperaba.

La enfermedad corría veloz, el jueves después de aquella Madrugada, lo llamó, ya casi no podía hablar, pidio por gestos la cartera, se la dieron, con las pocas fuerzas que le quedaban sacó una vieja estampa, de color sepía, arrugada, maltratada del Nazareno de San Loernzo. "Ve a la Basílica y pásala por el talón del Señor". Le dijo, después de besarla. Todos sabían que eran sus últimas palabras, y aquel era su último besapies.

Acudio con la estampa a la Basílica. El Señor seguía en su paso. El hombre solo pudo pasar la estampa por la madera del paso. Eran las once de la mañana. No se atrevio a mirar el rostro del Nazareno. ¡Ya no podía hacer nada! Esa fue la última vez que entró en la Basílica. Salió precipitadamente, el teléfono sonaba. Lo descolgó en la plaza junto a la Parroquia. La voz de su madre anuncio la noticia: "Ha muerto". Se rompio en la Plaza, lloró mirando a la puerta de la Basílica y se prometió no volver a orar a ese Nazareno en la vida. ¿Sino había podido salvar la vida de su abuelo que poder podía tener? En su pecho desacansaba la estampa del abuelo.

Esta madrugá ella le hizo salir de casa. Ahora deambulaba por las calles de Sevilla, intentando huir del centro de la ciudad por donde caminaba aquel Nazareno de San Lorenzo, pero sus pasos inconscientemente le llevaron a una calle, donde una bulla esperaba la llegada de la Cruz de Guía del Gran Poder. Se detuvo, no podía avanzar,¡No se podía hacer nada contra el Poder de Dios! ¡Y Dios lo esperaba esa noche de primavera en aquella calle de Sevilla!

Paso la Cruz de guía, primeros flases, primeras lágrimas en el rostro de aquel hombre que sentía una opresión en su pecho que aumentaba ante el paso de Nazarenos portando cirios e insignias. Al ver los ciriales, intentó huír, no podía, había demasiada gente en aquella calle. Intento cerrar los ojos, sintiendo el amargo ároma del incienso, pero la emoción era demasiada en aquella hora y desboradaba su mirada. Llego el Señor portetosamente caminando, en silencio. De nuevo la voz del llamador paró el paso, él alzo los ojos y vio aquel rostro y un grito se escapo de su corazón: ¿Por qué?

martes, 1 de febrero de 2011

MEDITACIÓN ANTE EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE DE LA HINIESTA



¿Quién es ese hombre,
que yerto, sin fuerzas,
viene cada mañana
a mi hogar, temprano,
y sin palabras me llama,
grita mi nombre,
invitándome a buscarle?

¿Quién es ese hombre,
cubierto de sangre,
que me ofrece sus manos,
ya secas de vida,
para emprender mi camino,
cada mañana,
mientras me invita
a buscar su rostro?

¿Quién es ese hombre,
que, cuando el sol parte el día,
en la boveda del cielo,
llama a mi puerta,
para ofrecerme su cansancio,
como pañuelo que limpie
el sudor de la jornada?

¿Quen es ese hombre,
que, todas las tardes,
viene a traer
hasta mi mesa,
un nuevo Pan,
y un nuevo Vino,
que tiene sabor a Muerte,
y una vez bebido es Vida?

¿Quien es ese hombre,
que el horizonte herido
por la espada de la noche
ofrece para mi descanso
un madero como lecho,
una presea de espinas
como almohada,
y si duermo este sueño,
me lleva en sus brazos
y me despierte en otro Reino?