sábado, 6 de febrero de 2010

ANTE EL SEÑOR DE LA SENTENCIA


A muerte te condenan,
con una sentencia injusta,
las voces de la jauría,
que sin pensar, ni oir,
a gritos, tu muerte reclaman.
No basta para mi salvación,
la amarga hora del huerto,
no basta para mi salvación,
el abandono de los amigos,
ni la soledad, ni los insultos,
ni los azotes, ni las espinas.
Para mi salvación, Señor,
sólo vale tu Sentencia,
y tu condena a Muerte.
Y sin mirar tu herido cuerpo,
sin mirar tu espalda rota
por el flagelo romano,
ni tu cara cubierta
por un velo de sangre,
sin oír la única Verdad
que ante el hombre se presenta,
a muerte te condenan.
¿Dónde estan en esta hora,
piensa cobardemente Pilatos,
las legiones celestes,
guardianes de tu Reino?
¿Dónde están en esta hora,
piensan Caifas y Antas,
ambiciosos y victiorosos,
los once y la multitud,
que entre palmas y olivos
acompaño, sin saberlo,
tu subida a esta hora,
a esta hora de muerte
y sentencia?
Y ninguno entiende,
que ese papel que lee
un esbirro romano,
es la voluntad del Padre,
que para salvarme de la muerte,
ha decidido tu Sacrificio.
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
6 de febrero de 2.010

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