lunes, 22 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA SEMANA. HABLA EL CORAZÓN DE LA MADRE.LUNES SANTO




(Imagen de Nuestra Señora del Rosario del Polígono de San Pablo, realizada por el autor de este blog en la Tarde del Lunes Santo del 2.009 en las calles de Sevilla)
Hoy mi Hijo ha vuelto a Jerusalén. Pero no ha querido que yo fuera con él. Aún no había amanecido cuando ha salido de la casa de Lázaro. ¿Por qué no ha querido que fuera con él? ¿Por qué quiere mantenerme en la lejanía? Cada hora que pasa, siento su partida más cercana. Marta y María también se han dado cuenta de ello. Hemos hablado esta mañana y me han dicho que Jesús ha cambiado. Intenta mostrarse alegre, como siempre, pero sus mirada refleja una gran tristeza. Han perdido el brillo que siempre tuvieron, han perdido la vida.
Siento el peso de la soledad. Si José estuviera a mi lado ... El volvería a ser en esta hora mi cayado, mi fuerza. Pero José ya no está conmigo. En Belén, la noche de su Nacimiento, José me sostenía. En Nazareth me ayudaba a entender algunos gestos de mi hijo. Y en Jerusalén, si no hubiera sido por él ... Las fuerzas me hubieran faltado para buscarle durante tres dáis como lo busque. José siempre ha estado a mi lado. Pero ahora ...
Hoy no he visto a mi hijo. Al volver de Jerusalén, se ha retirado a un jardín, llamado Getsemaní, en el Huerto de los Olivos. Se ha retirado a orar. La oración forma parte de su vida. Sin la oración, estoy segura mi hijo no podría vivir, no sería el mismo. Mi hijo está en lucha, en lucha contra sí mismo, cara con su divinidad contra su humanidad. Por eso ora. La oración, siempre ha sido el lugar donde él se encontraba con el Padre y adoptaba las decisiones fundamentales de su vida. Y ahora, estoy segura, es uno de esos momentos. Cada vez que tiene que da un paso fudnamental en su vida, se encierra en su corazón y desde allí, junto a s Padre adopta la decisión que el Padre espera de Él. Su oración, en esos momentos, es muy larga. Recuerdo, esta noche, las noches de Nazaret, poco antes de irse de casa. Jesús pasaba las noches orando a las afueras del pueblo, en alguna ocasión paso la noche entera hablando con su Padre. Era su forma de despedirse de mí, de irse del hogar y ocuparse de las cosas de su Padre. Hoy, sin que sus doce amigos, se den cuentan, se está despidiendo de ellos, se está despidiendo del mundo y está volviendo, demasiado pronto, para mí, a la Casa del Padre.
Después de la cena, viendo Juan que Jesús no había llegado. Me ha buscado con la mirada. su mirada lo decía todo. Había llegado el momento de hablar conmigo. Hemos salido de la casa al jardín de Lázaro.
Allí, Juan me lo ha confirmado todo. Yo ya sabía lo que me quería decir. Las madres tenemos ese sexto sentido y sabemos sin que nadie nos lo diga que algo pasa a nuestros hijos. Me ha contado que esta mañana se ha enfadado con una higuera que no tenía higos. Y con una palabra la ha secado. Juan no entiende que le está pasando a Jesús. ¡Pobre! ¡Tan cerca como estaba de mi hijo y tanto tiempo y no comprende nada! Me ha pedido que hable con él. ¿Pero qué le voy a decir yo a Jesús, quien soy yo para decirle ahora nada, para apartarle de esta hora, su Hora, ahora que está más cerca que nunca del regazo del Padre? Quieren apartarle de Jerusalén, están intentando que vuelva a Galilea antes de la Pascua. Pero no lo van a conseguir. Jesús conoce a los profetas, igual que anunciaron su nacimiento en Belén, hablan de esta hora. Sus palabras estan a punto de hacerse realidad. Para esto ha venido. ¿Quien puede apartarle de su hora, de hacer realidad los sueños de su Padre?
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
22 de marzo de 2.010
Lunes de Pasión

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